¿Miedo real o imaginario?
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Cae la tarde en la sabana. Un leopardo avista un grupo de antílopes sable que pastan tranquilamente. Sabedores de la proximidad del leopardo y de la posible amenaza, dispuestos en grupos de tres individuos formando una estrella, cada ejemplar cubre un ángulo de visión de 120º. De esta forma, entre los tres pueden controlar todo el perímetro, teniendo así más posibilidades de sobrevivir un día más, sin que un gran felino los devore. De repente, el leopardo se lanza al ataque y los antílopes reaccionan huyendo, presos del miedo. En esta ocasión, nuestros 3 protagonistas se salvan, puesto que hoy le ha tocado a un ejemplar que se hallaba a escasos 100 metros de ellos. El leopardo se dirige a su árbol para intentar encaramarse a él con su presa para que las hienas y el resto de carroñeros no le quiten el botín. Mientras tanto, el resto de antílopes sable recupera su ritmo cardíaco y continúa pastando. El peligro real ha pasado. El miedo ha desaparecido. En Coaching Ejecutivo nos encontramos a menudo con clientes que traen situaciones de bloqueo en las que, indagando, sale a flote algún miedo. Se trata, en la mayoría de las ocasiones, de miedo imaginario. Miedo a situaciones que no han sucedido, no están sucediendo y, muy probablemente, nunca sucederán. Y, sin embargo, este miedo imaginario provoca emociones prácticamente iguales a las que provocaría la situación real de peligro o amenaza.
Querer o no querer
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Resulta habitual encontrarnos con situaciones en las que tenemos más claro lo que NO queremos que lo que SÍ queremos. Un ejemplo bastante común en Coaching es cuando el cliente formula un objetivo como “quiero NO tener miedo a hablar en público”. Sucede que nuestro cerebro carece de una representación acerca de lo negativo, pudiendo decirse que la negación es, efectivamente, un constructo mental que nos ayuda a expresar una idea. De ahí que cuando expresamos algo como “quiero NO tener miedo a hablar en público”, nuestro cerebro se enfoca, precisamente, en el miedo. Dicho de otro modo, formular lo que NO queremos nos conecta con el “problema”, concretamente con el relato, es decir, con aquello que nos contamos acerca de la situación. Entonces ¿qué nos sucede con lo que SÍ queremos? Lo que SÍ queremos nos conecta con el reto, es decir, con lo que supone para nosotros hacer frente a la situación. Depende, por tanto, de uno mismo y nos sitúa en el plano de la solución, poniendo el foco en ésta. Con ello se nos abren posibilidades. En nuestro ejemplo, “quiero disfrutar hablando en público” podría ser una formulación válida, enfocada en el estado deseado. Además, este tipo de formulación de un objetivo lleva asociado un compromiso, concretamente en el acto lingüístico de declarar lo que “quiero hacer …”, “quiero conseguir …”, con lo que estamos generando una realidad, en la que nuestro comportamiento será consistente con nuestra declaración.
Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto
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Unos meses atrás, en el marco de un Team Building, comentaba con mi Maestro y Amigo, Juan Luis Garrigós, cómo los aciertos de los primeros participantes en una prueba podían condicionar los aciertos de los siguientes. En concreto se trataba de alcanzar unos objetos en movimiento disparando con un arco y unas flechas. Esto me conectó con la historia de Roger Bannister, atleta británico y estudiante de Medicina en Oxford, quien, hace ahora 70 años, se convirtió en el primer hombre en correr la milla en menos de 4 minutos. Entonces existía la creencia de que era físicamente imposible bajar de 4 minutos en esa distancia. Muchos atletas lo habían probado y no lo habían conseguido. Incluso los médicos, considerando que era algo imposible, desaconsejaron a Bannister intentarlo, debido a las consecuencias que esto podía tener sobre su salud. Sin embargo, Roger Bannister, aquel 6 de mayo de 1954 en las pistas de atletismo de la Universidad de Oxford, consiguió correr la milla en 3:59,4. Había demostrado que era posible sustituir la creencia limitante relacionada con la barrera de los 4 minutos, por otra creencia poderosa enfocada a conseguir el objetivo. Y no sólo para sí mismo: 46 días después, el australiano John Landy batió a Bannister en una carrera en Finlandia, bajando su registro en casi 1 segundo. Durante ese año, 37 atletas más consiguieron bajar de los 4 minutos y dos años después, ya eran más de 300 los corredores que habían batido esa barrera, hasta el 6 de mayo de 1954 considerada como “infranqueable”. El verdadero reto no estaba tanto en correr la milla por debajo de los 4 minutos, sino en demostrar a quienes decían que aquello era imposible, que no estaban en lo cierto. Desde entonces, al efecto de derribar una barrera que se consideraba imposible de superar para convertir un reto en algo posible y real, se le conoce como “efecto Bannister”. Así, una vez superada la creencia limitante por una persona, otras se cuestionan: “si alguien lo ha conseguido, ¿qué me impide a mí hacerlo también?”. Y es que, como dijo Henry Ford, “Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto”.