Cae la tarde en la sabana. Un leopardo avista un grupo de antílopes sable que pastan tranquilamente. Sabedores de la proximidad del leopardo y de la posible amenaza, dispuestos en grupos de tres individuos formando una estrella, cada ejemplar cubre un ángulo de visión de 120º. De esta forma, entre los tres pueden controlar todo el perímetro, teniendo así más posibilidades de sobrevivir un día más, sin que un gran felino los devore.
De repente, el leopardo se lanza al ataque y los antílopes reaccionan huyendo, presos del miedo. En esta ocasión, nuestros 3 protagonistas se salvan, puesto que hoy le ha tocado a un ejemplar que se hallaba a escasos 100 metros de ellos.
El leopardo se dirige a su árbol para intentar encaramarse a él con su presa para que las hienas y el resto de carroñeros no le quiten el botín. Mientras tanto, el resto de antílopes sable recupera su ritmo cardíaco y continúa pastando. El peligro real ha pasado. El miedo ha desaparecido.
En Coaching Ejecutivo nos encontramos a menudo con clientes que traen situaciones de bloqueo en las que, indagando, sale a flote algún miedo. Se trata, en la mayoría de las ocasiones, de miedo imaginario. Miedo a situaciones que no han sucedido, no están sucediendo y, muy probablemente, nunca sucederán. Y, sin embargo, este miedo imaginario provoca emociones prácticamente iguales a las que provocaría la situación real de peligro o amenaza.